Permítame, señor Ventura, que le tome prestado por un momento su tan personal estilo epistolar para darle título a esta "breve" entrada que hoy escribo, dedicada especialmente a usted. Es un pequeño y modesto homenaje para quien me ha demostrado, como nadie podría hacerlo mejor en tan poco tiempo, cuán grandes somos los seres humanos a pesar de que nos empeñemos en llevar máscaras para ocultarlo.
Y no lo digo con recochineo, créame, sino con la seguridad de quien sabe que el verdadero valor de la persona no está en sus palabras, sino en sus sentimientos. Y el Lunes pasado me demostró usted, señor Ventura, que detrás de las palabras irreverentes, groseras, provocativas propias de un misántropo reconocido (algunas de verdadero genio, todo sea dicho), están los sentimientos encontrados de un hombre vulnerable, afectuoso y querido por todos. Y no me sorprendí... ni yo, ni nadie... porque en el fondo ya sabíamos todos que aquel era el verdadero Juan Luis Ventura... nuestro Ventu.
La penúltima vez que le ví, cuando visité brevemente la que ahora es su ex-empresa (y su casa siempre), estaba usted, amigo Ventura, como casi siempre: arrastrando los pies por los pasillos de la oficina con la chepa bien erguida, y mutilando con la mirada a cuantos y cuantas se encontraba en su camino; maldiciendo a los mismos de siempre y a sus discursos de Navidad, y escupiendo con su lengua mordaz su frase más escuchada "¡que asco de vida!". Es verdad. A veces la vida nos sume en un letargo sombrío, que nos anestesia y nos convierte en autómatas para soportar la estresante rutina diaria. Y en ese oleaje nos sentimos solos y desdichados, incapaces de ver más allá del gris y negro del asfalto, y suspirando, como un Quijote del siglo XXI, por sueños y pasiones que casi nunca bajan de las nubes. Casi, digo, porque a veces bajan... sólo algunas veces.
Y en esas estaba usted, un Lunes de diciembre, a media tarde, cuando repentinamente le cayó del cielo su añorado castillo-en-el-aire. Y venía ya construido. Para nosotros no era más que un regalo merecidísimo, y para usted un sueño cumplido: un viaje de tres días a Italia, a la cuna de Ferrari, Maranello... el sueño de cualquier amante de la Formula 1, la verdadera, la histórica (no la que vemos en Telecinco). También tiene la vida estas cosas, amigo Ventu, que a veces despertamos de nuestro letargo, nos sacudimos la miseria como los perros el agua, y salimos de nuestro "Matrix" particular, para ver que la vida no es como la pintamos y que los sueños, por muy altos que estén, también se pueden alcanzar.
Yo creo que para eso están los amigos: para hacer realidad los sueños de uno. Aunque le suene a cursi y pastelero, a mi parece una verdad como un templo. ¿Para qué si no? siempre que ese cumplimiento sea recíproco, claro. Y el Lunes pasado no hicimos sino cumplir nuestra encomienda, con la mayor de las ilusiones.... porque sí, a nosotros también nos hacía ilusión cumplir tu sueño más añorado.
Verdaderamente, estoy convencido de que los amigos son como una Turmix: nos hacen la vida mucho más facil. Tanto, que al final no puedes vivir sin ellos. Yo lo se, que tengo muchos y buenos amigos, usted entre ellos... Y usted también Ventura, porque también los tiene, yo entre ellos. Espero sinceramente que recuerde esto la próxima vez que su espíritu misántropo ensombrezca su mirada y su ánimo. Llámenos, que estaremos encantados de darle un poco de luz.
Y ahora dígame... ¿qué se siente cuando uno cumple su sueño más preciado?. ¡No, espere!...no me lo diga: lo leeré en su blog.
Gracias por todo.
3 comentarios:
Menudo hijo de puta. Esto no se me hace a mí. Uno es llorón, pero viril.
Sepa usted que si no le contesto como se merece, con todo tipo de insultos y vituperios, es porque tengo los ojos preñados de lágrimas y no puedo concentrarme. Pero tenga usted igualmente por seguro que le contestaré en condiciones y circunstancias más sobrias, y no quedarán impunes sus malas acciones. Hizo usted muy mal al descubrirme esto de los blogs, porque le voy a atizar más que a una furcia en un bar de carretera de la N-VI (y con esta expresión le aseguro además la visita de todas las divisiones informáticas de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado).
¡Tenga usted una muy Feliz Navidad, señor mío!
Y sí, sepa que, como en la canción de Toy Story, siempre tendrá usted un amigo en mí.
Muy señor mio, me he tomado las libertades de comprobar el horóscopo, y efectivamente... los astros se descojonan...
Pues muchas gracias por la felicitación y Feliz Navidad para usted también.
Ah, seguiremos vigilando estos blogs (igual que los BIT de la Policía...)
Ale, con Dios.
Menudo cabronazo has sido siempre.
No he cumplido la amenaza, pero es que con los amigos no puede uno más que plegar alas y abrazarles.
Ale, ya estoy llorando otra vez...
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