Bueno, ya estoy de vuelta de mis merecidas vacaciones. ¿Me echabais de menos?... No respondáis, es una pregunta retórica :-P. La verdad es que llevo casi dos semanas aquí, pero todavía ando algo atolondrado y remiso a volver a la rutina. Pero así es la vida, qué le vamos a hacer...
Las vacaciones, al menos, fueron más largas de lo que habitualmente puedo esperar. En primer lugar disfruté de una semana de perrismo absoluto en la costa de L'Ametlla de Mar (en Tarragona) disfrutando de sol, mar, playa, piscina y exquisitas parrilladas.
También tuvimos tiempo de pasar un día genial en el Port Aventura, en el que nunca había estado y que me sorprendió muy gratamente.
Después puse rumbo a Mallorca, al municipio de Alcudia, a disfrutar de las maravillosas vistas que ofrecía la cercana Sierra de Tramontana y, naturalmente, a visitar las zonas más representativas y típicas de la isla.
Probablemente habréis oído alguna vez el tópico de que Mallorca está repleta de extranjeros, que los Alemanes se han hecho con ella, etc, etc. Pues bien. Es totalmente cierto. Especialmente las zonas costeras, y pueblos con puerto de mar. Hasta tal punto es así, que cuesta mucho encontrar un restaurante de tapas, de los de toda la vida: antes te toparás con decenas de pubs ingleses, pizzerías, restaurantes italianos, tabernas alemanas, cantinas mejicanas. Y todos ellos con los carteles de comida y reclamos en perfecto inglés.
Únicamente en las zonas del interior, la situación es más normal, y no cuesta tanto encontrar sitios típicos para comer bien. Además, en general -y es mi opinión- son mucho más interesantes para visitar los pueblos del interior que las zonas costeras, sobre todo si queremos visitar monumentos históricos y admirar la riqueza artística que ofrece nuestra isla.
Como siempre digo, en diez días no da tiempo a verlo todo, evidentemente. Pero yo os dejo, como siempre, mis humildes recomendaciones sobre los sitios que he visitado:
Continúa...
En la capital, Palma, es de visita obligada la Catedral de Santa María (popularmente conocida como La Seu) construida en el siglo XIV sobre los restos de una antigua mezquita. A su lado, el Palacio Real de la Almudaina, imponente alcázar de origen romano que sirvió de residencia a los valíes musulmanes y que fue posteriormente reedificado en por Jaime II. También merece ser visto el peculiar Castillo del Bellver, uno de los pocos existentes en Europa con planta circular, que nos regala desde sus almenas unas preciosas vistas de toda la ciudad de Palma. No hay que olvidar dar un largo paseo por el casco antiguo de la ciudad, donde nos encontraremos en cada esquina con algunos edificios, iglesias, fachadas o patios dignos de contemplar.
Al sur de la isla, en la localidad de Porto Cristo, no podéis dejar de visitar las Cuevas del Drach, uno de los espectáculos más emblemáticos de la isla que, sin duda, os encantará por su singular belleza. Sus formaciones de roca caliza se extienden a lo largo de las grutas horadadas por el agua del mar durante siglos, formando millones de estalactitas y estalagmitas que guían al paseante hasta el gran lago Martel, donde se ofrece un pequeño concierto de música clásica a los visitantes. La nota negativa es la mala organización de la visita, puesto que entras con otras trescientas personas de golpe, y no puedes apenas detenerte durante el recorrido a admirar tranquilamente el espectáculo. Me viene a la mente el anuncio de Micralax... :D
La zona de Alcudia y la costa este de la isla, por su cercanía, es la que vimos con mayor detalle. Merece la pena detenerse en estos parajes que contienen pedazos de historia de multitud de periodos. Desde los poblados Talayóticos (el poblado de Artá, la Necrópolis de Son Real, etc.), de unos 3000 años de antigüedad, que constituyen los primeros asentamientos del hombre en esta isla, hasta las murallas mediavales que rodean Alcudia, pasando por las las ruinas romanas que formaba parte de la antigua ciudad de Pollentia. También allí se encuentra el Parque Natural de S'Albufera, un pequeño oasis de tierra húmeda que sirve de lugar de paso a las aves acuáticas en su ruta migratoria. Y por supuesto, las kilométricas playas de Alcudía y Muro, perfectas para relajarse, darse un merecido baño y, si os apetece, tomarse un mojito fresco en cualquiera de sus chiringuitos.
Siguiendo hacia el Norte, nos encontramos con el Cabo de Formentor, la punta más septentrional de la isla con sus abruptos acantilados y sus preciosas calas de agua cristalina. Si bien nosotros no llegamos hasta el faro, sí podéis subir hasta el mirador El Mal Pas, a mitad de camino. Es un tramo de carretera de montaña complicado (sobre todo porque pasan cada poco autobuses en dirección a las calas de Formentor) pero no muy largo, y las vistas de los acantilados desde lo alto merecen la pena.
Desde allí, y siguiendo la sierra de Tramontana hacia el oeste, se encuentra el Monasterio de Lluc, enclavado en plena sierra, cuyo acceso por carretera también es bastante peliagudo, pero que merece la pena visitarse por la extraordinaria belleza del paraje. Bajando un poco más, nos encontramos con la localidad de Soller y su encantador tranvía, reclamo de turistas, que desciende hasta el Puerto de Soller.
Descendiendo aún más por la línea de la Tramontana, asentada en un valle, se encuentra la localidad de Valldemossa, con el encanto de sus calles empinadas y fachadas adornadas. En ella se encuentra la Real Cartuja de Valldemosa, antiguo monasterio de monjes cartujos, que conserva gran parte de su legado historico-artísitco, y donde residieron personaje emblemáticos como Frederic Chopin o la escritora George Sand. A su lado encontramos el Palacio del Rey Sancho, un edificio también habitado en su momento por ilustres personajes como Jovellanos, Rubén Darío, Unamuno...
En fin. Esto es sólo mi visión de una pequeña parte de las maravillas que ofrece Mallorca. Naturalmente habrá otras muchas cosas imprescindibles que nos hemos dejado sin visitar. Pero dicen que siempre hay que dejar algo sin ver, para tener la excusa perfecta para volver ¿no?. :D